Manuel Calvo Salazar (Socioecólogo y consultor ambiental).
Ya se sabe desde hace algún tiempo que la ciudad ha de ser eminentemente amable al peatón y, en general, al desarrollo de los desplazamientos no motorizados, es decir, a aquellos que se realizan andando, en bici o en cualquier otro medio que no tenga un motor como principal medio impulsor.
La razón es clara: son los únicos medios que no consumen grandes cantidades de energía y que hacen, al mismo tiempo, la ciudad mucho más habitable.
El hecho de que estamos tardando tanto en conseguirlo demuestra que los cambios no se producen fácilmente, aunque esté demostrado sobradamente que éstos sólo pueden traer beneficios.
La lucha por la ciudad no motorizada sigue avanzando y hay que seguir insistiendo en que esta será la opción de futuro más probable.
En los momentos actuales considero importantísimo centrar esos vientos de cambio en cuatro líneas de actuación fundamentales:
- Volver a la ciudad de escala humana: o lo que es lo mismo, construir y organizar la ciudad para que las distancias sean lo más cortas posibles. De este modo, se incrementa notablemente la probabilidad de que se produzcan desplazamientos no motorizados. Por supuesto, este modelo de ciudad puede conseguirse con ciudades relativamente compactas y densas y también con aquellos tejidos urbanos que posean una mezcla de usos. Los tejidos urbanos difusos y monofuncionales no podrán nunca contribuir a la mejora de los desplazamientos no motorizados.
- Establecer alianzas: con otros medios no motorizados y, singularmente, con el transporte público. Mejorar y potenciar las condiciones de intermodalidad entre lo peatonal, lo ciclista y el transporte público es una condición indispensable para que los desplazamientos no motorizados aumenten considerablemente.
- Restar capacidad de penetración al coche: no sólo es importante fomentar todo lo relativo al transporte no motorizado, sino que también es necesario poner cortapisas serias a aquellos medios de transporte motorizados que no conviene desarrollar. Hay que realizar una política seria de restricción del vehículo privado, estableciendo zonas de no circulación, restando prioridades y, sobre todo, restando posibilidades de aparcamiento de rotación.
- Constituir zonas de prioridad peatonal: tanto como si son zonas peatonales exclusivas, como si no, hay que declarar zonas urbanas extensas de prioridad peatonal, donde el automóvil podría pasar, pero siempre sin prioridad. Esta características debe señalizarse convenientemente, para que todos los usuarios de estas zonas sepan quién tiene la prioridad y quién no, lo que podría conseguirse mediante intervenciones ligeras de muy bajo coste. Podría elaborarse un mapa de Sevilla donde todos los viarios residenciales (que son la gran mayoría) pasaran a tener prioridad peatonal y convertirse en espacios destinados a la convivencia.
Destinar gran parte del espacio urbano a la prioridad peatonal requeriría muy poco esfuerzo económico y mucho esfuerzo político. Sólo es cuestión de ponerse a ello. Nos favorecen los vientos de la Historia.
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