Si hay una palabra que aglutina la gran mayoría de las reflexiones que intentan analizar nuestro mundo en la actualidad es la palabra “crisis”. Se habla de distintos tipos de crisis acompañándola de adjetivos como “energética”, “ecológica”, “alimentaria”, “social”, “económica”, “cultural”, etc. Hay autores que aglutinan todas estas crisis en una sola: la crisis civilizatoria. Con esta idea se intenta enfatizar que estamos asistiendo al agotamiento de un modelo de organización económica, productiva, política, cultural, social, ideológica…
Uno de los aspectos de esta crisis civilizatoria tiene que ver con el abandono por parte de la sociedad de su responsabilidad pública, política, facilitando que aquellos que detentan el poder inmiscuyan intereses privados en la búsqueda del interés público. Este hecho está alimentado por nuestro sistema. El modelo socioeconómico actual presenta a los ciudadanos, además de como simples consumidores, como si estuviesen aislados de su entorno físico y social y como si fuesen, a la manera conductista, unas hojas en blanco en las que poder escribir toda la información que queramos, que utilizarán automáticamente y en las mismas condiciones. Somos máquinas individualizadas de un engranaje que no contempla sus propias imperfecciones.
Estamos en un punto de inflexión. Demandamos nuevas respuestas para problemas que no podemos resolver con las viejas ideas. Necesitamos que el pensamiento complejo nos acerque nuevas formas de convivencia, de relacionarnos en sociedad, en el marco de una visión holística del mundo. Pero para llegar a nuevas respuestas hace falta buscar las formas más apropiadas a las nuevas problemáticas.
Para ello hay que enfatizar otros valores, diferentes a los que hoy reinan, en pos de un nuevo concepto de ciudadanía. Hay que abandonar el etnocentrismo, promover la justicia ecológica y la justicia social y comprender que deben ir de la mano, reconocer los límites (físicos, sociales, éticos) y ponerlos en práctica. Debemos realimentar el valor de lo público, de lo común. Necesitamos reelaborar una idea de desarrollo verdaderamente cualitativo y no unido al concepto cuantitativo de crecimiento. Tenemos que buscar la creatividad política, desarrollar la autoestima, valorar la solidaridad y aceptar y defender la diversidad. En definitiva, nuestra acción como ciudadanos tiene la urgente necesidad de un planteamiento ético desde el que se revisen en profundidad los pilares mismos de nuestra civilización.
Hablar de todo ello es hablar de Ecociudadanía, es decir, de una ciudadanía sin fronteras, pero que conforma una comunidad universal inserta en un espacio territorial común: la Tierra. Es hablar de personas que se sienten legitimadas para intervenir, con independencia de su adscripción nacional, en cualquier asunto público en pos del desarrollo humano de todos los habitantes del planeta. De los foros sociales mundiales a las iniciativas locales de transición, esta nueva concepción se va extendiendo por todos los rincones del mundo.
El concepto de sostenibilidad es el eje en el que hoy debe apoyarse el cambio social. Este es el pilar fundamental en el que se sustenta EQUO, un partido que se dirige ala Ecociudadanía para, con la ayuda de todos, sentar las bases de una justicia universal en el siglo XXI. Un partido que cree preciso convertir ala Ecociudadanía en protagonista, eludiendo la alienación y unificación de conciencias que caracteriza la sociedad de masas de hoy, donde reina un conformismo generalizado en torno a una propaganda bien construida. Un partido que propone herramientas para que los ciudadanos sean partícipes de todo el proceso de toma de decisiones, valorando todo el camino recorrido, la implicación, las redes creadas, las reflexiones.
EQUO es un partido para la Ecociudadanía y desafía a los ciudadanos, a las instituciones, a las organizaciones de la sociedad civil y a los responsables políticos y económicos ya establecidos, en el marco del cambio hacia un nuevo paradigma que contemple la complejidad también en nuestro papel dentro de las sociedades.
Miguel Antúnez López