Debido a la doble condición del hombre como ser individual y colectivo, a veces chocan las acciones que ejecutamos a lo largo de nuestra vida. Ya desde la infancia, cuando manifestamos principalmente el primer aspecto, la sociedad crea resortes para reconducir parte de nuestro comportamiento hacia el segundo.
La experiencia de la historia de la Humanidad ha ido decantando un conjunto de prescripciones (lo que se debe hacer) y de prohibiciones (lo que no se debe) las cuales podríamos denominar Normas Morales, que sirven de referencia para esta transición. Estas llegan a proyectarse en normas jurídicas y hasta en las constituciones que rigen el funcionamiento de los estados nacionales, llamados por ello democráticos. La promulgación de los Derechos Humanos sería la expresión más universal de esta evolución para el ámbito de un mundo global.
El grado de asimilación, interiorización y cumplimiento de estas Normas Morales por los individuos, determinan su Comportamiento Ético. Pero todo este proceso no es ajeno a la concepción ideológica de los poderes dominantes, y por ello la formulación expresa y aceptación consuetudinaria de las mismas no deviene en un efecto real en las relaciones sociales. En concreto, el sistema económico capitalista no está concebido “ad hoc” en su funcionamiento para cumplir rigurosamente las mismas leyes que el sistema político establece. Y no es de extrañar, porque ya desde su origen no se inspira en una lógica colectivista sino en la del interés personal del individuo en libertad, de lo que de forma automática se obtendría el bien común.
La realidad nos está mostrando, que dependiendo del peso específico que algunos individuos ostentan en los órganos del sistema sociopolíticoeconómico, deriva en su mayor libertad que otros en aprovechar los resquicios que existen de facto en el proclamado Estado de Derecho. Si no fuese por su negativa incidencia social, habría que calificarlos compasivamente como inmaduros.
Por su complejidad, mientras el aprendizaje y avance de funcionamiento de las instituciones democráticas es lento, la maquinaria de las empresas capitalistas (y más hoy día el cibercapitalismo financiero) está de guardia las veinticuatro horas del día durante los trescientos sesenta y cinco días del año. De esta manera, la paradoja matemática de la carrera de Aquiles y la Tortuga se resuelve en que este la alcanza aunque el animal inició mucho antes el recorrido y no pare de caminar.
Como estamos conociendo por las noticias hace ya varios años, y algunos habíamos denunciado hace tiempo, (tanto literaria como personalmente) los obstáculos que el mundo de la economía encuentra para sus objetivos, sean estos de tipo político, sindical o religioso, los ha superado (no a la manera de las dictaduras, eliminándolos) sino con dinero y prebendas. Los que luchamos desde jóvenes contra la dictadura franquista y nos ilusionamos con la democracia no podemos negar ya nuestro fracaso. En mi caso he podido comprobar directamente la predicción de Orwell (en su libro 1984) sobre la doble moral. El empleo del doble lenguaje (uno con los nuestros y otro hacia el exterior) de los dirigentes de las instituciones llamadas democráticas ha conseguido extenderse a muchas capas de la sociedad; a veces sin pudor con objeto de aleccionar a los ciudadanos.
A estas alturas, entiendo que mis hijos, ya mayores, nos advirtieran del desfase de nuestros principios y el mundo real con que a ellos les estaba tocando luchar. Pensando en mis nietos, no sé si sería conveniente solicitar a las instancias educativas la inclusión de la asignatura de “Corrupción y corruptelas”. Porque la otra opción que nos queda, es la que me recomendó un antiguo camarada, bien situado en el mundo empresarial, a propósito de mis críticos artículos de prensa: “Yo ya enseñé a mis hijos a aprovechar las oportunidades sea como sea”.
Nicolás Puerto Barrios. Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones. Miembro de EQUO Córdoba