Afirmar que quemar lodos, residuos urbanos u otros materiales sustituyendo otros combustibles se reduce las emisiones de gases de efecto invernadero carece de base científica alguna y es no entender como funciona la naturaleza. Si quemamos estos materiales todo el carbono que contienen se transforma en CO2, principal gas de efecto invernadero, cuyo exceso en la atmósfera decae muy lentamente “El CO2 es para siempre”
En el caso de los residuos biodegradables si estos sufren digestión aerobia se producen dióxido de carbono, CO2, y otras sustancias, como consecuencia de este proceso, pero una parte importante del carbono que contienen se mantiene en el llamado compost, y por tanto fijado y no emitido a la atmósfera.
En el caso de que la fermentación sea anaerobia se producen CO2 y metano, CH4, pero también queda parte del carbono que se mantiene en el compost.
Fue justamente la acumulación de grandes cantidades de materia orgánica, en otras etapas geológicas en procesos que duraron de cientos de miles a millones de años, la que ha dado origen a los actuales combustibles fósiles, carbón, petróleo, gas natural, fijando así grandes cantidades de carbono y ahora al quemarlos en una corta fracción de tiempo ha aumentado rápidamente la concentración de CO2 que está reforzando el efecto invernadero y produciendo el cambio climático. Luego la fijación de carbono en los residuos es positiva para la mitigar el efecto invernadero.
Se podría aducir que en la digestión anaerobia parte del carbono presente en la materia orgánica se transforma en CH4 y que este es 25 veces más potente como gas de efecto invernadero que el CO2, pero también se retira más rápido de la atmósfera.
Luego la comparativa referida a las emisiones de gases de invernadero, entre la quema, en cualquier condición, incluidas las cementeras, de los residuos y la digestión, en cualquiera de sus formas, siempre es favorable esta última como forma de evitar mayor cantidad de emisiones.
Por otra parte la incorporación del compost a los suelos contribuye a la fertilidad de estos, a propiciar el aumento de materia orgánica en el mismo, humus, corrigiendo así el fuerte déficit que originan las prácticas agrícolas y evitando así la necesidad de incorporar a los suelos fertilizantes artificiales, cuyo uso ha contaminado suelos y acuíferos de compuestos nitrogenados y cuya fabricación implica también la emisión de gases de invernadero.
La fabricación de cemento es responsable de entre el 3% y el 5% de la emisiones de CO2 a la atmósfera, por cada kilogramo de cemento se emite aproximadamente otro kilogramo de CO2, la mitad de esa cantidad se origina en las transformaciones químicas de los materias primas necesarias para la fabricación del cemento, el medio kilogramo restante tiene como origen la quema del combustible. Así la combustión es responsable de solo la mitad de los gases de efecto invernadero de las cementeras.
Otro tanto podría decirse de los residuos inertes: neumáticos, plásticos, …, su tratamiento más correcto sería el reciclaje o reutilización de los mismos, pero aún en el caso más desfavorable, como es el almacenamiento en vertederos, es preferible que fijen el carbono que contiene a quemarlos y emitirlos a la atmósfera.
Por último y de forma marginal habría que afirmar que dado el exceso de CO2 en la atmósfera, ni aún los procesos llamados neutros de emisiones, como la quema de biomasa, son favorables actualmente ya que el objetivo deseable no sería mantener la cantidad ya existente si no fijar en el suelo el máximo de carbono posible.
Queda totalmente claro que no es posible afirmar que quemar residuos, sustituyendo parte del combustible en las cementeras, reduce la emisiones de gases de efecto invernadero.
José Larios Martón. Coordinador del Grupo de Trabajo de Energía y Cambio Climático de EQUO