La política de cooperación al desarrollo española continúa en picado. No solo por los escasos presupuestos, sino porque el plan director aprobado hasta 2021 carece de consenso y de la concreción necesaria para servir de guía práctica; además no identifica, ni plantea soluciones a las carencias del Sistema de Cooperación Española. En cualquier caso, a pesar de las partidas presupuestarias asignadas, el Plan Director no está a la altura de lo que esperamos de una política tan importante.
Esta política se ha recortado un 70% desde la llegada del PP al poder (2011). En algunos subsectores, se ha recortado hasta el 90% (AOD en educación) o el 95% (Ayuda Humanitaria).
A pesar del pequeño aumento del 8% del presupuesto en cooperación respecto al año anterior, seguimos contando con un 80,09% menos de presupuesto en relación al año 2009.
Por tanto, los Presupuestos Generales del Estado para 2018 para cooperación quedan aún muy por debajo de cómo se encontraban antes de la crisis. Las subidas porcentuales respecto a 2017 son ridículas, y bastante por debajo de la media de subida en otras políticas, además de totalmente insuficientes para que la cooperación vuelva a ser una marca España de la que sentir verdadero orgullo.
Muy lejos queda el 0,7% que históricamente se ha reclamado: Al ritmo que crece el presupuesto de la Ayuda al Desarrollo española el compromiso de destinar el 0,4% de la RNB a cooperación en 2020, se alcanzará el año 2033.
De todas las partidas destinadas a cooperación, tan solo un 25% será gestionado por el Ministerio de Exteriores o la Agencia Española de Cooperación, que tienen las competencias para implementar estas políticas. En su lugar, la gran mayoría del presupuesto irá a parar a terceras entidades.
En resumen, en los últimos años se ha desmontado la política de cooperación, y de momento demuestran no tener voluntad de reconstruirla.