Hace unas semanas un amigo me preguntó por las propuestas que planteaba la ecología política ante este nuevo episodio de la lucha de clases que hemos dado en llamar crisis una vez que todas las ideologías estaban mostrando su ineficacia y caducidad para encontrar una salida. Como todo ser humano que cree en algo tenía un discurso bien armado para responderle pero cuando empecé a desgranarlo me vi a mí mismo como uno de esos oradores del Speaker´s Corner de Hyde Park que, tenga razón o no en lo que defienden y/o proponen, apenas nadie escucha y sus palabras se las lleva el viento en dirección a Kensington Gardens. Así que, después de aconsejarle un par de lecturas que le explicarían mejor que yo cuáles podrían ser esas alternativas para afrontar con respuestas profundas y constructivas la complejidad del momento que nos ha tocado vivir, me marché a casa dándole vueltas a la cabeza.
Siempre me ha ayudado volver al origen de los temas que me preocupan para intentar aclarar mis ideas. Después, en la resolución o en el intento de resolución del problema, casi siempre me funciona el principio de la navaja de Ockham. Si no lo practicáis os lo aconsejo.
Un buen origen suele ser la etimología de las palabras, el origen de los conceptos. Y, hete aquí, que me topé casi al azar con que oikos-logos, “el conocimiento del conjunto de los bienes y las personas (también del hogar, del hábitat, de lo que nos rodea)”, y politikós, “el ordenamiento de la ciudad (por extensión del estado)”, ya entraron en conflicto en el teatro trágico griego bajo la tesis de que los intereses contradictorios del oikos y de la polis condujeron a la decadencia estructural de la sociedad. Da hasta un poco de miedo ¿verdad?
Casi a la vez, se me vino a la mente la reflexión de una compañera en una reciente reunión de estrategia (eco)política que venía más o menos a decir que, a veces, se encontraba perdida entre tantas declaraciones de intenciones, grandes proyectos, extensas y prolijas propuestas que el universo masculino (ecopolítico, eso sí) planteaba como alternativa a la salida de la crisis.
Y como la capacidad humana de pensar apenas tiene límites —yo sí los tengo, lamentablemente—, me asaltó también, de repente, el último artículo que había leído de Isaac Rosa (os aconsejo su lectura) ¿El miedo va a cambiar de bando? Éste hablaba de los miedos-oikos (“miedo a que te despidan, a que te echen de tu casa, a hundirte en la miseria, a perderlo todo y aun seguir debiendo”), de los miedos-oikos de la clase media (“miedo a descender, a perder un nivel de vida y un bienestar que parecía ya consolidado, miedo al futuro, a qué será de ellos y de sus hijos”) y, finalmente —esto ya no lo dice Rosa—, de los miedos-politikos (miedo al desmoronamiento del estado de derecho, miedo a que los principios rectores que mantienen la libertad y la igualdad de la ciudadanía, justicia, educación, sanidad, etc., dejen de cumplir su función, miedo a que la cruelmente llamada reforma laboral nos retrotraiga al épocas de explotación y humillación).
Y, finalmente, a modo de crisol, en ese complejo entramado del cerebro donde las sinapsis neuronales se activan gracias a descargas químicas que originan corrientes eléctricas (energía limpia y sin déficit tarifario), comenzó a articularse aquel discurso enmarañado que no acertaba a desgranar frente no ya a mi amigo, sino frente a mí mismo.
Posiblemente, al final todo se reduce al tour de force entre nuestro Miedo y nuestra Voluntad, tan connaturales a la condición humana. Una vez aceptado el axioma, la propuesta de la ecología política y, más concretamente de EQUO, cobraba todo el sentido. El miedo siempre nos va a atenazar por momentos pero también se puede convertir en una herramienta. La voluntad, si queremos huir de los modelos personalizados, masculinizados y jerarquizados que tan pírricos resultados nos suelen dar, sólo será operativa si es colectiva.
Y ahora sí, aceptado e interiorizado el eterno quiénes somos y dónde estamos, las palabras que antes sonaban huecas ahora se llenan de significado y matices: relocalización de la economía, economía social y solidaria, cambio de desarrollo territorial, urbano y agrícola, más unión política, económica, fiscal y social para Europa, otra Europa, una banca pública y ética en un sistema financiero diversificado y al servicio de la economía productiva, de lo común y real (de la economía de la naturaleza), minimizar el coste del rescate bancario, nuevos modelos de propiedad, de trabajo y de ciudadanía económica.
Y más: participación ciudadana real en las decisiones, democracia radical, transparencia y lucha contra la corrupción, reforma de la justicia, políticas de igualdad, políticas sociales: equidad social y lucha contra la exclusión, políticas culturales y sociedad de la información, etc.
¿Nos tendremos que ir al Speaker´s Corner a contarlo?
Diego Rodríguez Villegas, coportavoz de EQUO Córdoba