Por Ricardo Marqués, Presidente de A Contramano.
Hasta la Revolución Industrial la mayoría de las ciudades podían recorrerse a pie sin gran dificultad, sin embargo, con la creciente industrialización la dimensión de las ciudades superó la escala humana. La bicicleta supuso durante la primera mitad del s.XX el mecanismo que devolvía a las ciudades la escala humana: el hombre, en bicicleta, volvía a ser la medida de su ciudad.
Sin embargo, durante la segunda mitad del s.XX asistimos a una creciente expulsión de la bicicleta de las calles de nuestras ciudades, arrinconadas por el tráfico motorizado que convierte la vía pública en un ambiente hostil para los ciclistas.
Simultáneamente, el modelo de urbanización dispersa que el uso masivo del automóvil hace posible, supone una grave limitación al transporte público: la baja densidad de población vuelve ineficaz el transporte público tanto desde el punto de vista financiero como medioambiental. Desde el punto de vista financiero no es posible mantener un mínimo de rentabilidad dado los bajos niveles de ocupación. Desde el punto de vista medioambiental, dichos bajos niveles de ocupación acaban por anular cualquier ahorro de emisiones (un autobús, por ejemplo, solo resulta medioambientalmente preferibe a un coche, a partir de un mínimo de ocupación en torno a 10 personas)
Ante esta situación, la única solución eficaz tanto desde el punto de vista medioambiental como financiero es la combinación del transporte público y la bicicleta. Esta combinación permite aumentar el radio de acción de las estaciones del transporte público de unos centenares de metros hasta unos 3 km, es decir por un factor entre 5 y 10, dependiendo de las estimaciones. Ello implica aumentar la superficie de influencia de las estaciones por un factor entre 25 y 100, con el consiguiente aumento de la población servida, disminuyendo el número de líneas y/o trasbordos necesario, así como los niveles de ocupación de los vehículos del transporte público.
Existen 4 modalidades de combinación bicicleta-TP:
– Llevar la bicicleta en el transporte público («bike on board»): aunque resulta la modalidad mas evidente, su aplicación masiva implica dificultades de espacio en los vehículos. Por encima de cierto nivel de ocupación es inviable.
– Dejar la bicicleta a aparcada en las estaciones del TP. Exige dotar a las estaciones con infraestructura específica, pero es el sistema mas eficaz para su aplicación masiva (en Holanda el 40% de los accesos a los trenes se realiza en bicicleta, que es aparcada en estación).
– Préstamo de bicicletas en estación (O.V. Fiets, Bus+Bici): Es un sistema apropiado para los desplazamientos desde la estación del TP hasta el destino final.
– Combinación TP – bicicletas públicas. En el fondo se trata de la combinación entre dos modos de transporte público (la bicicleta pública es una modalidad de TP). Lo ideal es que la propia tarjeta del TP pueda ser utilizada en la sistema de bicicletas públicas.
Algunos vídeos mas que curiosos, que además no son los típicos vídeos de Holanda o Dinamarca:
La estación de Kasai Erdogawa en Japón, última tecnología para sistemas «bike and ride»: https://www.youtube.com/watch?
Combinación entre transporte público y bicicleta pública en Cantón (Huangzhou): https://www.youtube.com/watch?
Lectura recomendada: Cycling, the way ahead for towns and cities: http://ec.europa.eu/