La Historia se repite una y otra vez. La humanidad tropieza, no una sino mil veces, sobre la misma piedra. Somos testigos de un momento histórico, en la que no nos queda otra que luchar por la democracia real, una vida digna y un mundo sostenible. Urge un cambio global y local para evitar el colapso del mundo que conocemos.
Hace unos cuatro mil años, antes de nuestra era, en el Sureste Europeo surgió la Cultura Argárica y “aproximadamente unos seiscientos años después, tan repentinamente como surgió, desapareció”, cuenta el arqueólogo Roberto Rish en una entrevista, al escritor y poeta Javier Irigaray. La desaparición de esta civilización fue debida, según el arqueólogo, a la gran deforestación que se produjo en las zonas llanas del territorio que ocupaban, a causa de la metalurgia y, por otra parte, a las grandes desigualdades sociales, entre las que se encontraban: una alarmante desnutrición infantil que provocaba una elevada mortalidad -aumentando ésta en los últimos años de la civilización- y por la deficiencia en los cuidados de la infancia y de las personas mayores. Estas injusticias sociales, entre otras, desembocaron en revueltas que provocaron el incendio y posterior abandono de los poblados: la sociedad de la época tomó las riendas de su destino, y ahí queda el testimonio arqueológico de El Argar que, como un libro abierto, nos enseña que la Historia se repite una y otra vez; recordándonos que el Planeta físico es finito y el sistema que hemos construido no conoce los límites, ni ecológicos ni sociales. Dice la poeta y filósofa Ángeles Román: “La Historia de la humanidad ha sido una sucesión de razones impuestas, hoy el mundo se encuentra en un momento de extrema tensión, producto del desequilibrio interior del ser humano, el conceder al dinero el valor de bien supremo y el ansía de acumulación hacen girar una rueda marcada de injusticias contra todos los sistemas de la vida”. Es tiempo de acción, Alicia Puleo -filósofa y ecofeminista- añadiría que “son tiempos de cambios en los que son necesarias propuestas que mejoren la calidad de vida del conjunto de la sociedad, no en el sentido de simple acumulación alineada de más objetos de consumo, sino de desarrollo de las capacidades de las personas.” Estamos destruyendo lo que nos hace ser humanos, y el sistema capitalista no nos da opciones para este cambio, el cual ha creado un sistema democrático putrefacto. Son tiempos para no estar solos en esta singladura; se hace necesario unirse en asociaciones, plataformas, partidos políticos, etc., porque la unión hace la fuerza para reinventar, como dice la antropóloga, educadora social e ingeniera Yayo Herrero, “una sociedad más justa, ecológica, antipatriarcal y alegre”.
Con nuestros pequeños gestos cotidianos, con nuestra economía doméstica y el conocimiento de los ciclos de la vida podemos aprender de los errores que, tal y como están deduciendo los arqueólogos, sucedieron en la Cultura Argárica. Nada crece de forma ilimitada, el ser humano es vulnerable y las diferentes generaciones dependemos unas de otras.