La necesidad de ser tolerantes y asumir que no somos poseedores del suelo que nos sustenta.
Artículo de opinión de Carmen Molina, coportavoz de EQUO Málaga.
Hoy, 16 de Noviembre, se celebra el Día Internacional para la Tolerancia. No sabemos si tendrá mucho hueco en las televisiones, entre números que dibujan nuestra crisis económica y sucesos macabros que nos hacen sentir pena por la sociedad en que vivimos. Sin embargo, en este día se celebra “el cimiento más firme de la paz y la reconciliación” que “nunca ha tenido tanta importancia como en esta época”, en palabras del Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon.
Sabemos de sobra como, cuando los recursos económicos y de todo tipo empiezan a escasear, van apareciendo discursos xenófobos, haciendo ver a los diferentes como extranjeros, como extraños que vienen a quitarte lo que, supuestamente, es tuyo. No hemos conocido un momento anterior donde la empatía haya sido más necesaria, donde el ponerse en el lugar del otro haya tenido más sentido. Y, sin embargo, nos seguimos refugiando en el mientras yo me salve…
Estamos instalados en una Europa que, tras catástrofes como la vivida en Lampedusa, con centenares de personas fallecidas a las puertas de la denominada “sociedad desarrollada”, se siguen colocando cuchillas de bienvenida como las de Melilla, para separar esos dos mundos distintos. Y, como quiera que no se le pueden poner puertas al campo, no hay valla, por alta que sea, capaz de contener la desesperación. ¿Qué más hace falta para comprender la inmigración, que ver en qué condiciones se la están jugando estas personas? Pero no, nos refugiamos en el odio y en el discurso fácil, y desgraciadamente, es posible que lo comprobemos en las próximas elecciones europeas con partidos como Amanecer Dorado en Grecia o el Frente Nacional francés que anda tejiendo alianzas en su aspiración de tener grupo propio en el Parlamento Europeo.
Tenemos opciones mejores y, frente al odio, tenemos la comprensión, la empatía y la tolerancia. Tenemos la opción de la solidaridad. Una solidaridad que debe ser compartida por todo el “primer mundo” que, en lugar de explotar los recursos de los países “menos desarrollados”, sea capaz de apoyar firmemente el desarrollo de estas regiones, en lugar de emplear tantos recursos en evitar esta inmigración que sufre y muere en el intento de cruzar nuestras fronteras.
En cierta forma es como asumir el deber que nos corresponde. La riqueza de la que disfruta el mal llamado primer mundo, no es gratuita y se corresponde con los niveles de expolio y gestiones interesadas por parte de “entes económico financieros” que han desequilibrado los territorios en cuanto al sostenimiento y autoabastecimiento de las poblaciones mundiales.
Que no nos quepa la menor duda de que, las migraciones más o menos masivas que se producen en la actualidad y que se van a incrementar en un futuro muy próximo, van a exigirnos unos niveles de respuesta que no estamos queriendo plantearnos. Los movimientos migratorios se suceden e incrementan por causas climáticas, bélicas, de escasez de recursos… y, es evidente que la respuesta no puede ser el rechazo y la criminalización. Acabaremos las sociedades culpabilizadoras siendo culpabilizadas. Ser empáticos, pues, es una necesidad.
Se trata de mantener este, nuestro mundo, el de todos, en las mejores condiciones para alimentarnos y sostenernos, y eso pasa necesariamente por cooperar a niveles supranacionales. Las fronteras no sirven para aislarnos ni para crear muros que nos protejan. Son líneas irreales inventadas por sociedades paranoicas.
Carmen Molina Cañadas
Coportavoz de EQUO Málaga