Estamos asistiendo y contemplando un proceso de extrañamiento progresivo, y aparentemente imparable, de la política dominante frente a los valores ciudadanos de solidaridad, respeto a la dignidad y búsqueda del bien común.
Parece que no hay otro camino que sacrificar cada vez mayores cuotas de justicia social, tolerar más precariedad laboral, perder progresivamente derechos en el ámbito de la atención sanitaria y de la educación, admitir el incremento exponencial de la brecha entre ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres… Y todo ello bajo el dogma supuestamente incuestionable de que es “esto o el desastre”.
Pero esto ya es el desastre.
¿De qué serviría una hipotética e improbable recuperación económica con el coste de la insolidaridad, del egoísmo y de la fractura social?, ¿qué tipo de sociedad habríamos “salvado”?
En estos días, como guinda de este pastel, esta sociedad estupefacta tiene que escuchar argumentos propugnando sin rubor que tan sólo unos pocos pobres, los “excelentes”, tienen derecho a estudiar al lado de todos aquellos privilegiados, que por muy mediocres que sean, se lo puedan costear. Ya no hay distinción por el mérito y la capacidad, sino por el privilegio económico (paterno).
Todo ello aderezado además en un contexto de “sana competencia” para que el “más apto” (sin cuestionamiento moral alguno) sea el que consiga sobrevivir, aún a costa de que el resto se quede en la cuneta.
Pero hace ya tiempo que sabemos que nuestro futuro como comunidad y como especie no está en la competencia, sino en la colaboración. La gracia de nuestra sociedad es haber aprendido a tolerar e integrar las diferencias, las diferentes sensibilidades y capacidades, avanzando en la colaboración y en la armonía del respeto a cada individuo con el necesario bien común.
Este es, en mi opinión, el auténtico mérito. La excelencia no radica en la promoción personal a toda costa, sino en la capacidad de cada uno de nosotros para integrar – desde el compromiso y desde el afecto – a todos en un mismo grupo que avanza, sin abandonar rezagados “inútiles”, “improductivos”, “ancianos”, “dependientes”, “extranjeros”… a su suerte.
Porque su suerte es nuestra suerte. Todos y cada uno de los individuos que formamos parte de la gran comunidad que es la humanidad entera somos únicos, irrepetibles y valiosos. Todos somos necesarios e irrepetibles. Ni podemos ni queremos segregar al más débil: de hecho, avanzar en esta estrategia descerebrada de competitividad y exclusión no es más que un suicidio colectivo más o menos diferido.
Y ésta es nuestra responsabilidad ciudadana, la gran revolución pendiente, nuestro ámbito de resistencia activa. No podemos seguir siendo espectadores pasivos, o simplemente indignados: debemos avanzar un paso más y ejercer nuestra ciudadanía desde la exigencia personal y el apoyo mutuo. Debemos ser intolerantes con la intolerancia, dar ejemplo personal y profesional del respeto y el aprendizaje de lo diferente, de lo diverso. Nuestra responsabilidad es mostrar ejemplos vitales que evidencien que desde la cooperación solidaria se avanza más y mejor que desde la competencia.
Entiendo que esto es auténtica política: el ejercicio de la ciudadanía responsable y solidaria tanto desde el ámbito más íntimo al más público. Nada tendría más fuerza, más impulso de cambio, que la interiorización de esta idea y su generalización como modo de vida trascendente desde lo individual hasta lo común.
Huyamos entonces de los cantos de sirena de quien pretende transmitirnos un modelo social “inevitable” basado en el individualismo, el privilegio heredado y la competición. Seamos capaces de enfrentar y ofrecer un relato de búsqueda del mérito personal como herramienta de crecimiento y de utilidad social, integradora, cooperativa y feliz.
Félix Igea Arisqueta
3 ideas sobre “Ética ciudadana: Mérito y colaboración frente a privilegio y competición.”
Como casi siempre, Felix acierta en sus planteamientos, no se pueden decir las cosas mas claras y mas llenas de razon
felicidades
Fantástico resumen, vivo y comprometido, honesto, de sentido comun, bueno en toda la extension de la palabra….. Como podriamos darle mas publicidad, a ver si pudiera mover y conmover las conciencias de las gentes??? Mi mayor felicitacion a Felix Igea
Brillante reflexión la que nos facilita nuestro amigo Félix del deterioro social y de la necesidad de tranformación desde lo personal a lo general.
Con la ética personal en el punto de mira.
Enhorabuena.