Contestación a la pregunta: ¿Qué es ser docente hoy?

Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo.

Immanuel Kant, “Contestación a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?, 1784.

Preguntarse qué es ser docente hoy es una cuestión muy compleja y que nos lleva directamente al papel que desempeña este oficio en una sociedad que cambia vertiginosamente. Una sociedad en crisis, no sólo económica, sino de identidad, y qué aún no ha encontrado la vía a dónde dirigirse. ¿Cuál es el rol de la profesión docente en este momento? ¿Cuáles son las amenazas que se ciernen sobre la figura del maestro, del profesor?

En primer lugar hay que empezar por definir el papel del docente en la sociedad del conocimiento. El maestro ha pasado de ser aquella figura que descubría el conocimiento y llenaba las mentes de los estudiantes a un guía experto que asesora y ayuda a discriminar entre la marea de información reinante. De esta forma, esta nueva definición ha bajado del pedestal a una profesión respetada con veneración, y la ha hecho descender a la esfera de la democratización del conocimiento, donde tiene que luchar por buscar su espacio entre nuevos referentes y nuevas formas de comunicarse donde, en ocasiones, se mueve con dificultad.

En segundo lugar, el docente ha ido viendo como esa aureola de autoridad académica ha ido desvaneciéndose, para encontrarse en medio de unos estudiantes que veneran otras figuras sociales relevantes y distantes. De tal suerte que el docente tiene que buscar el respeto de los alumnos, de la comunidad educativa y de la sociedad en general, mediante un nuevo tipo de autoridad democrática, basada en la profesionalidad, el buen hacer, la cercanía y la capacidad de empatía con su entorno. A pesar de los problemas de sobra conocidos, encontramos multitud de docentes respetados por su comunidad, gracias a esta nueva manera de desenvolverse.

Y es que, en una sociedad que cambia a gran velocidad, la denominada “sociedad líquida”, como la calificaría el sociólogo Zygmunt Bauman, el docente se presenta como un referente sólido, un guía experimentado, y un elemento cohesionador en la sociedad, que proporciona un acercamiento a un conocimiento profundo y asentado, frente a la dispersión y la superficialidad de la información mediática.  Una figura que puede ser relevante en una sociedad que entrará sin remedio en una transición hacia un modelo que se basará entre otros valores en el conocimiento y en un nuevo modelo más en red y de cooperación. Ahí, la experiencia del docente puede ser de gran utilidad.

Es por esto que arrecian los ataques a la figura docente desde aquellos sectores que pretenden desmontar lo más sólido de nuestro modelo social y educativo. En los dos últimos años hemos presenciado a presidentas de Comunidades Autónomas hablar con ligereza de lo poco que trabajan los profesores, o hacer desaparecer centros públicos de un curso para otro sin más explicación. En ese contexto aparece la conocida LOMCE, que algunos llaman Ley Wert, en cuyo preámbulo se define ya la educación que viene como algo exclusivamente economicista que preparará al alumnado para ser buenos trabajadores exclusivamente (en un horizonte de trabajadores precarios y sumisos a cualquier condición laboral, claro está). Una ley cuya ideología de fondo va directamente contra una concepción global de la educación y vuelve al modelo de instrucción. Una ley que no diseña ningún futuro, porque se basa en conceptos decimonónicos ya desfasados, y que, como mucho, diseña el retrofuturo en que parece que estamos inmersos.

Prueba del alcance de la ley es la reducción del peso del área artística y de la filosofía, que sufren una reducción en la enseñanza secundaria muy significativa. La administración que nos gobierna no parece haberse dado cuenta de cuáles son las herramientas que necesitaremos en el futuro, una de las cuales será el pensamiento creativo y la capacidad de una abstracción intensa ante problemas cada día más complejos. Incluso, desde un punto de vista puramente economicista, no es más que un auténtico dislate. Aunque lo terrible podría ser que sí fueran consciente de ello, y pergeñaran un futuro lleno de autómatas obedientes de lo más orwelliano.

Y ni que decir tiene que la Escuela Pública está en su punto de mira. Abriendo la mano en los conciertos (con predilección hacia los de titularidad religiosa…), permitiendo la concertación en Bachillerato y desvalorizándola constantemente desde los medios. La Escuela Pública es un nicho de negocio que han descubierto muchos fondos de inversión y que, como en Sanidad, es una oportunidad de oro, además, para muchos especuladores en el futuro. El tiempo nos hará ver muchos acontecimientos similares a los de la Sanidad madrileña, auténtico laboratorio de ensayo. Una Escuela Pública, que, además, es de todos, y que nos sirve como auténtico anclaje social y que ha aguantado tiempos muy difíciles para la cohesión social como en el caso de la inmigración, que ha recaído, meritoriamente, casi exclusivamente en la pública.

En definitiva, celebrar el Día del Docente hoy, se convierte en un momento de reflexión crítica sobre el papel de una figura que, como señalaba en la cita inicial, ha llegado al momento de abandonar una minoría de edad, anclada en el respeto y los valores tradicionales, para lanzarse a una sociedad cambiante, democrática, cooperativa y necesitada de referentes sólidos. Qué retos tan enormes, y qué profesión tan hermosa se dibuja.

 Alberto de los Ríos Sánchez.

Docente. Miembro de EQUO.

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