Parece ser que esta sociedad, sus ciudadanos con nombres y apellidos que la conformamos, no hemos llegado a entender la dimensión de los efectos del cambio climático. O tal vez, los que si minimamente lo entendemos y comprendemos, no tenemos la capacidad pedagógica y mediática necesaria para saber explicárselo y transmitírselo al resto.
Esa es la pura realidad que nos retrata y dibuja un boceto de sociedad «ombliguista» y egoísta en la que sobrevivimos la mayoría, y en la que viven el resto.
Hace cinco días un tifón, el Haiyan, arrasó esta vez Filipinas. Sabemos que esa zona es muy lejana a nuestro mundo de confort conocido y asimilado y una tierra que es visitada frecuentemente por estos fenómenos meteorológicos tan dañinos y adversos. ¿Y qué? Tal vez deberíamos ser conscientes también de que es una zona que respira una atmósfera densamente contaminada, y no precisamente debida a su propia actividad industrial, sino por la de los gigantes asiáticos que tiene en suerte por vecinos.
Se habla de 10.000 muertes, de 10 millones de afectados, son cifras que seguramente para muchos y muchas sean solo eso. Solo cinco segundos de un flash informativo. Sirva de ejemplo, si me permiten, que 10.000 vidas similares son las que actualmente pueblan Oropesa del Mar, Almagro, o Palos de la Frontera por citar algunos de nuestros pueblos. Y los afectados, son la suma de los ciudadanos de las comunidades autónomas de Murcia y Andalucía juntas por terminar de redondear el símil.
El último informe publicado por el panel intergubernamental de la ONU sobre cambio climático, presentado a finales de Septiembre de este mismo año en Suecia, no dejaba mucho margen de duda. Afirmaba con «extrema probabilidad» que la influencia directa del hombre era la causante del calentamiento global de la tierra de la que comemos y de los mares en los que pescamos.
Ayer, en la Cumbre del Clima que se celebra en Varsovia, esta misma ONU vinculaba el cambio climático a la frecuencia e intensidad de los tifones que se han presentado en los últimos tiempos. Entre lágrimas, el representante filipino en dicha cumbre, Naderév Sano, apeló pidiendo por favor a la comunidad internacional, «no mas retrasos, ni mas excusas» trayéndonos a la mente a muchos el lema que portaba la pancarta que llevó a Juantxo Uralde y a diez de sus compañeros a veinte días navideños del 2009 a una celda en Copenhage.
Pues seguimos en las mismas, pero con un lustro tirado por la borda. Y ahora esta sociedad hará un ejercicio mitad de empatia, mitad de un cinismo mostruoso por lo acaecido en Filipinas al paso de este tifón. Mandaremos potabilizadoras, mantas, y alimentos, hombres y mujeres cooperantes, que colocarán al país en el que vivimos a la cabeza y a la vanguardia solidaria de la respuesta humanitaria. Dentro de unas semanas seguramente veremos un telemaratón televisivo por las victimas…y una vez pasado el shock mediático, (que no informativo) volveremos a nuestras confortables costumbres ajenas a esa catástrofe.
La crisis financiera no nos deja ver el bosque, eclipsándonos y dirigiendo nuestras miradas hacia parte de una luz de un gran foco.
Una reflexión de tres o cuatro segundos ante un espejo y sobre este tema creo que nos la podemos permitir.
Hagámosla si os parece, es gratis.
Juan Martínez Jiménez de los Galanes
En Twitter @JuanMJG
Coportavoz de EQUO Cádiz/Algeciras