Ha llegado la primavera y con ella el buen tiempo. Las tardes son más largas y los paseos los hacemos más prolongados e intensos, y éstos hacen que la crisis se difumine y andemos cada vez más despreocupados de lo que se nos avecina. No pedimos responsabilidades y acciones de las causas que la provocaron y cómo les vamos a hacer frente.
La crisis financiera no empezó con el estallido de la burbuja inmobiliaria, sino cuando el barril de petróleo alcanzó los 150 dólares, eso nos indica que detrás de la energía financiera está la crisis energética, y la realidad en la que estamos envueltos es que la crisis, como las hidras, tiene muchas cabezas y que como no las atajemos de manera global no seremos capaces de afrontar el cambio de modelo productivo. El filósofo y periodista André Gorz decía: “La salida del capitalismo tendrá lugar sí o sí, de forma civilizada o bárbara. Solo se plantea la cuestión del tipo de salida y su ritmo…”. Las medidas de austeridad impuestas desde las instituciones europeas y financieras, más conocidas como medidas de “austericidio”, están creando desigualdades entre los países deudores y acreedores, y creando raíces muy profundas en la pobreza infantil. La dependencia que tenemos a los combustibles fósiles (carbón, gas natural y, especialmente, el petróleo) no ayudará a paliar esta situación en los próximos años: los combustibles fósiles baratos se han acabado y el que queda es poco abundante y de mala calidad. La solución no está en las prospecciones programadas por el gobierno español en nuestros mares, ni el uso de métodos de extracción de gas, como el fracking, cuyas consecuencias serían irreversibles sobre la salud y el medio ambiente, por ejemplo, se contaminaría el agua potable de los acuíferos. La despreocupación temeraria por el cambio climático, por parte de Europa, ha hecho que hasta la ONU diga, con alarma, que la única solución para la mitigación del cambio climático es dejar de utilizar combustibles fósiles, además de cambios en la economía lo que implicaría un cambio de modelo económico. Los países del sur de Europa serán los más afectados por: descenso de los rendimientos de los cultivos, aumento del nivel del mar, escasez creciente del agua potable, erosión, desertificación, aumento de enfermedades, aumento de fenómenos meteorológicos cada vez más extremos e intensos. Esto conlleva una pérdida de biodiversidad, dentro de la Europa biológicamente empobrecida, y cuyos impactos van más allá de sus fronteras, por los recursos que consume y los residuos que genera. La pérdida de necesidades básicas sobre el cuidado, mantenimiento de la vida, alimentos, educación y vivienda con criterios de sostenibilidad ambiental, cultural y social. La pérdida de diversidad cultural y lingüística es un tema que hay que abordar para que el futuro de Europa se construya bajo una visión de diversidad cultural e identitaria.
Las soluciones a estos problemas habrá que buscarlas en las comunidades locales y ciudadanas pero también a nivel europeo, porque desde Europa se podrá hacer frente a la hidra de múltiples cabezas, por ejemplo la simple apuesta por las energías renovables generarían 2,5 millones de empleos nuevos en Europa: ¿a qué están esperando? ¿Reiniciamos Europa?