Por primera vez comienzo un libro por un capítulo recomendado por su autor: el número trece del libro “El Metro” del escritor y periodista, exiliado de Guinea Ecuatorial, Donato Ndongo, al final del capítulo el autor escribe: “…no merecía la pena vivir en una tierra tan ingrata, en un país que no ofrecía a sus moradores ni oportunidades ni libertad». La novela, ambientada en África, no deja lugar para la indiferencia y en la que además, queramos o no, también nos sentimos protagonistas. ¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué los africanos huyen de su tierra al Norte? ¿Cuál es el problema?
El problema no es exclusivamente de África, sino que gran parte también es de Europa y sus relaciones de explotación y esclavitud que han existido entre ambos continentes. En 1502 llegó el primer esclavo a América y hasta que se abolió la esclavitud, cuatro siglos después, más de cien millones de personas, en su mayoría jóvenes, fueron arrancados de su tierra como esclavos. Ninguna nación de Europa hasta hoy ha reconocido este crimen contra la humanidad. África salió de la esclavitud y fue sometida al colonialismo: pasaron a ser esclavos en su propia tierra hasta que en 1885, en el Tratado de Berlín, se consigue que África sea independiente. En esos ochenta años África es saqueada por Europa, y ni siquiera sabemos lo que pasó. Como ejemplo: ¿Sabemos que el Rey Leopoldo de Bélgica era el dueño del Congo y que se dedicaba a cortar las manos a los congoleños? En el libro “La última selva de España”, aparecen historias espeluznantes de los españoles en Guinea y cuenta cómo el Teniente Ayala de la Guardia Civil cuando quería descansar y le molestaba por la noche algún niño llorando, cogía al niño y lo quemaba vivo en una hoguera. Y así, país europeo por país africano, vamos conociendo las humillaciones a las que los hemos sometido. Ahora seguimos sangrando al continente africano colocando a tiranos como presidentes que se convierten en capataces al servicio de los europeos, gestionando para ellos los recursos naturales africanos. Lo que estamos viendo en las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla, las pateras, naufragios de Lampedusa, etc. son tan sólo la punta del iceberg: ¿En qué condiciones viven para emprender el doloroso viaje a Europa? ¿Cuántos africanos hay en el desierto? ¿Cuántas mujeres y niños hay en este éxodo y en qué condiciones están? ¿Qué queremos hacer con ellos, pues ni pueden vivir en África ni en Europa? Por eso Europa ha de ser parte de la solución. “Mientras África siga en el estado de sometimiento en que se encuentra, no habrá vallas, concertinas o mares suficientes que impidan el flujo de africanos hacia Europa”, dijo Donato. Esta hipocresía es intolerable, no podemos seguir con represión ni caridad europea. La solución está en la libertad, el desarrollo, la confianza y la equidad, y no en seguir apoyando a los tiranos como T. Obiang, para seguir controlando desde Europa los recursos africanos. Europa tiene que devolver la dignidad a un continente humillado y explotado. ¿Reiniciamos Europa?