El tremendo avance de la conciencia colectiva que está ocurriendo desde la década de 1960 en la sociedad civil, está causando una apreciable evolución, un salto, en la forma en que las personas entendemos nuestra estancia en este planeta, en la vida, y de nuestras formas de ordenar la sociedad, la vida en común.
Se repite que este salto evolutivo ha creado un nuevo paradigma, una nueva forma, hasta ahora impensable, de entendernos como especie y que las fórmulas personales y sociales que hasta ahora nos han hecho avanzar ya no valen, que no resultan las adecuadas para entendernos en este nuevo orden de cosas.
De esta manera, las personas, por nuestro propio interés, hemos de reflexionar sobre la actitud que tenemos ante la vida, tenemos que repensar si los valores que defendemos con nuestra forma de vivir son los adecuados, si el tiempo que vivimos en este planeta lo dedicamos a fomentar nuestro crecimiento como especie.
El hecho más característico de la especie humana es, precisamente, la identidad colectiva, basada en la imprescindible necesidad que tenemos las personas de vivir en sociedades complejas con el fin de cubrir nuestras necesidades individuales y de mantener un entorno adecuado que proteja a las nuevas generaciones.
Y aquí entra la política, pues no es más que un motor de búsqueda que encuentra fórmulas de organización social. Así pues, dado que estamos abriéndonos a una nueva etapa de la evolución humana, no es ya posible organizar la sociedad con la vieja y caduca forma de confrontación que significa ser de izquierdas o ser de derechas.
La nueva mentalidad de la especie humana nos exige cooperación, nos pide unidad, nos fuerza al entendimiento porque nos está preparando a dar un nuevo paso adelante que será definitivo, ya que, por fin, sentará las bases para un desarrollo sostenible integral: me refiero al logro de una verdadera y real justicia social a nivel global.
Las personas, como entes individuales, estamos en la obligación de ampliar nuestra conciencia, de prepararnos, para hacer realidad un mundo justo en el que vivamos en justa armonía, en pleno desarrollo humano.
Tanto las fórmulas políticas socialistas como las capitalistas son únicamente intentos, y muy importantes, de avance hacia el desarrollo y la conservación de la especie. Pero lo más bonito, lo más interesante, lo que nos hace respirar con satisfacción, es que, como especie, vamos a seguir buscando fórmulas de convivencia y de cooperación hasta que consigamos disfrutar de una forma de vivir en sociedad justa y equitativa, cooperativa y responsable, para cada una de las personas de este mundo.