
Mi sobrina Jimena de dos años, cuando le preguntabas qué quería de regalo de cumpleaños, decía con su voz infantil: “Azul”. “¿Azul, qué?” Un cuento, un juguete,… Ella contestaba: “sí, azul”. A mí no me extraña que se decante por este color, porque es el color de nuestro Planeta y el que tiende puentes en diálogo continuo entre el mar y el cielo. Es el color preferido de la simpatía, la armonía, de la amistad, de la ternura y de la confianza y, con el que Joan Manuel Serrat canta: “para que me pintes de azul tus largas noches de invierno” en su famosa canción “Mediterráneo”.
El poeta José Ángel Valente llamaba a la ciudad de Almería, la “ciudad celeste”, pero en Octubre, Noviembre y Diciembre, el celeste se convierte en: cian, cerúleo, azur, ciano, marino, eléctrico, océano, ultramar, purpúreo, verdoso, cobalto, índigo, zafiro, turquesa, añil, persa, real, aguamarina,… llenando el cielo y el mar de matices que mutan en segundos. Hay una película, dirigida por Luc Besson, que se llama “El Gran Azul” que cuenta la vida de un campeón en apnea y de su amor al mar por encima de todo: nada le llena tanto en la vida como estar debajo del agua. La banda sonora, de Eric Sierra, que es suave y profunda, me ha acompañado en muchas noches de estudiante. Aún recuerdo al escucharla las extensas escenas submarinas que me hacen soñar con peces, como mi poema “Peces azules”: “Hoy he soñado/ con una nube de peces que me miraban fijamente./ Peces azules que se posaban sobre mi pecho/ mi espalda/ mi boca./ No decían nada/ inmóviles buscaban/ la manera de regresar/ a la inmensidad oceánica./ No sabían qué hacer/ para que regresara con ello./ A veces, incluso sueño/ con peces que me dan/ su hálito,/ y los sueño danzando/ en la arena/ pero no sé si ellos/ me sueñan/ o me han olvidado.” El color azul es el color de la calma y de la armonía; y dicen que calma el apetito, pero esto último no va con José Antonio Jiménez, más conocido este artista almeriense como Safi, y que en su exposición “Comer azul” impregna a sus esculturas y pinturas de este color primario libre de artificio. Es un canto a la vida, llena de luz local. Un canto espiritual, un chapuzón en el mar, un grito extenuado de libertad entre objetos cotidianos que envían mensajes vitales entre nubes, océanos, lluvía, ballenas, seres de agua etc. en el que reivindica el ciclo natural de la Naturaleza. La humildad del ser humano ante ella, da una segunda, o tercera, o cuarta vida a elementos cotidianos reciclándolos como hierros retorcidos, tuberías, engranajes, etc. El azul deja de ser frío, lejano e infinito y se convierte en ancestral, femenino y en continuo diálogo de la humanidad, con la Naturaleza.
A través de su obra “Ojo de mar” nos hace soñar con el azul ultramar y con el azul como color de la Paz; y el de la soñada Europa que mira hacia otro lado levantando más muros, sin abrir urgentemente las fronteras a los que sufren la guerra por nuestra avaricia. “Quiero nadar lejos pero no sé cómo”, canta el grupo “Octuber blue” en su canción “Into the ocean”. Este invierno, que ya asoma, voy a tatarear la canción del grupo “Atercipoleados” en “Luz azul” y que canta con Macaco: “¡Ay!, si se pone peluda la cosa, recuerde, la vida es de color de rosa. El cielo es azul, el espacio está lleno de luz.” Así que yo también quiero ser pintada de azul para estas largas noches de invierno.