EL BOSQUE HABITADO Y ALMERÍA (por Mar Verdejo Coto)

Mar Verdejo Coto
Mar Verdejo Coto

La Comunidad del Bosque vino de nuevo al Sur. La primera vez lo hizo inspirada por Ulises y atravesando el desierto, como escribió el poeta José Ángel Valente en los primeros versos que dicen: “Cruzo un desierto y su secreta/ desolación sin nombre”; regresaron a nuestra humilde tierra; esta vez con otros ojos. Caboteamos entre las olas del mar, por montañas y dunas; fuimos conversando con el paisaje árido estival, ofreciendo el ADN mitocondrial del que nos nutrimos sus hijos, reconciliándonos con la desnudez obscena con la que se muestra; descubriendo la gran biodiversidad que se cobija en su regazo.

El Bosque Habitado, es un programa de RNE3 y María José Parejo es la directora, y el  miembro aglutinador, como a la Comunidad del Bosque le gusta decir: Julio Valverde. El programa radiofónico, a través de las ondas, traspasa la piel, colándose entre los poros; no se queda en la parte medioambiental, dan un giro más sumergiéndote en el bosque a través de la sabiduría de sus miembros, la literatura y la música, provocando una revolución de conmovidos. Hace un año vinieron por primera vez como nómadas buscando el bosque que fuimos, que somos y que seremos. Se fueron cargados de texturas, emociones y luz; guardando en su memoria el Sur del que ya no se han podido desprender. Bernabé Moya, director de árboles monumentales de IMELSA,  ya les avisó: “no os dejéis engañar por las apariencias”. Y regresaron como nómadas a perderse de nuevo para ser encontrados por los autóctonos. Buscaron y encontraron a plantadores de árboles, sirenas que cantan en tinteros de pescadores, montañas que exhibían sus entrañas aliviadas; al último farero y su faro; y las historias de sus hijos y de hijos adoptivos que vinieron nómadas a esta tierra a naufragar y se rescataron. El bosque se sumergió en la mar: suave, profunda, hermosa y serena donde nacieron las palabras entre hojas de posidonia y peces que son dioses. Sus voces lejanas se mostraron como si siempre hubiesen existido, y hablamos de caminos, árboles, rocas y límites; de agua, colores y silencio. Y tejimos, una nueva red, entre la luz del mar,  descubriendo lo que ya sabíamos: que estábamos conectados. Y uno a uno, al otro lado del silencio fueron apareciendo: Raúl de Tapia,  que es Raúl Alcanduerca para el Bosque Habitado, con su herbario sonoro; Fernando Fueyo con sus palabras dibujadas; Ignacio Abella recuperando la memoria del bosque; y con sus palabras fueron calmando mi sed; haciéndome sentir que no estoy sola bajo la sombra de los árboles. Y de mis ojos brotaron escamas de sal, de acumulada espera, haciéndome sentir como un pez en el bosque primigenio. Óscar Prada, infatigable, me indicó que no transito solitaria por los caminos ignorados. Y con José Moya, y el resto de la Comunidad del Bosque, nos recuerdan que: “sin sombras no hay paisaje”.

Le dibujé al Bosque todas las montañas y todos los árboles: los conocidos y los que están por conocer; tracé los sinuosos caminos del agua, en sus mil y una formas en las que nos habita; les hablé del viento y de la espuma; de los ríos silenciosos y del mar generoso. Y el bosque, antes nómada, ha empezado a enraizar en el paisaje no olvidado. Como dice la pequeña Alba: “Estoy en el bosque habitado”; y puedo gritarle: ¡Arriba las ramas!

 

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