Recientemente, la Consejería de Turismo y Comercio de la Junta de Andalucía ha dado el visto bueno a una modificación del Plan General de Ordenación Urbana de Jaén, para construir sobre unos terrenos de 140.000 metros cuadrados colindantes con la Universidad una gran superficie comercial. Sería una más a sumar a la lista de centros comerciales, hipermercados y grandes superficies que en los últimos años se han ido instalando en nuestra capital y en todos los municipios importantes de la provincia. Y no sería la última, puesto que en el nuevo Plan General aprobado provisionalmente, se proponen hasta dos instalaciones más de características similares.
Todas ellas pertenecen a grandes corporaciones nacionales o internacionales con fuerte capacidad económica y gran influencia en los poderes públicos. De hecho, las administraciones locales y autonómica apoyan sin reservas estos grandes proyectos que obligan, en muchos casos, a recalificar el uso de terrenos agrícolas y a realizar costosas inversiones en infraestructuras viarias y de transporte que sufragamos todos los contribuyentes.
Estas grandes cadenas comerciales representan un modelo económico que concentra cada vez más la riqueza en pocas manos, e incita al consumismo desbocado con su maquinaria de publicidad y promoción, que sólo es posible por la imposición de precios y condiciones a los productores de alimentos y materias primas. Favorecen la deslocalización económica vendiéndonos productos traídos desde lugares remotos y llevándose los beneficios a las sedes de sus consejos de administración. Por añadidura, los puestos de trabajo que crean, tan aireados por las compañías y aplaudidos por los políticos locales, suelen ser precarios y muy inferiores al número de puestos que eliminan indirectamente en el pequeño comercio, además de ser destruidos más rápidamente en momentos de crisis cómo se ha podido constatar en los últimos años.
Mientras la implantación de este modelo anglosajón continúa inexorable en nuestras ciudades y pueblos, el comercio local y tradicional agoniza, acorralado por la progresiva pérdida de sus ventas y sin recibir ningún apoyo real de las administraciones, al margen de las meras declaraciones de intenciones políticamente correctas. Más bien al contrario, se proponen medidas como la liberalización total de horarios, que abocaría al cierre a todavía más autónomos y pequeñas empresas comerciales.
Podemos y debemos cambiar esta tendencia favoreciendo a las pequeñas empresas que constituyen el 95% de la actividad empresarial y profesional andaluza, que garantizan una mejor distribución del trabajo y los beneficios, revirtiendo la inversión en nuestra propia tierra. Comprando en las tiendas de barrio propiciamos un modelo de comercio de proximidad que contribuye al sostenimiento de nuestros vecinos. Al mismo tiempo estamos apoyando el resurgimiento económico y social de los barrios con criterios de autosuficiencia y accesibilidad en el marco de una convivencia más humana y ecológica. Optando por los productos locales, por los elaborados artesanales, por los establecimientos familiares, por los servicios de profesionales autónomos, favorecemos la consolidación y creación de empleo digno y estable, y devolvemos la vida a nuestras ciudades.
No somos suficientemente conscientes del enorme poder que los ciudadanos poseemos como consumidores. Cada día tenemos la capacidad de decidir el destino de muchos millones de euros. Podemos hacerlo de forma rutinaria o compulsiva, siguiendo adocenados los reclamos publicitarios, o ejercer ese poder de forma responsable, crítica y solidaria. Está en nuestras manos.
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