¿Por qué no?

El pasado 18 de Febrero asistí como observad@r a la Asamblea que el partido político EQUO celebró en Granada, con el fin de perfilar la carta de presentación y las propuestas que ofrecerán al electorado andaluz en las próximas elecciones autonómicas que se celebrará en el mes de marzo. Fue un día maratoniano, agotador. Y sin embargo, yo, que asistía como en mi calidad de observad@r, fui incapaz de sustraerme un sólo minuto de aquella interminable sesión de trabajo. DE TRABAJO, sí, subrayo, porque ese fue el verdadero estímulo que me hizo permanecer con plena atención. Ver a tanta gente esforzándose por elaborar un proyecto socialmente viable, humano, en su mejor acepción, con una clara visión de futuro y una entrega totalmente altruista (ninguno de ellos son “ávidos profesionales” de la política, pues todas las horas que están dedicando, y son muchas, sólo están remuneradas por la esperanza de un verdadero cambio), me hizo preguntarme, a pesar del abatimiento con que la realidad nos está golpeando, ¿por qué no?

Aquella Asamblea alcanzó el verdadero sentido de la palabra democracia. Todas las propuestas eran discutidas y votadas por cada uno de los asistentes. Incluso observadores, como yo, pudimos dar nuestra opinión. Y no lo digo porque aquello me sorprendiera, sé que hay bastante gente, aunque sean minoría, intentando hacer POLITICA (con mayúsculas), por encima de intereses particulares, protagonismos y vanidades, y con la sana intención de construir un sociedad más justa que no se fagocite a si misma. Lo triste es que, por ser minoría, no solemos darle la oportunidad de construir una nueva mayoría. Esa fue una de las causas de que, durante el transcurso de aquella Asamblea, sintiera una cierta impotencia. Impotencia al ser consciente del escaso eco que llegará a la sociedad, a pesar del entusiasmo de los asistentes. Los grandes medios de comunicación siempre se ocupan de los mismos: esos que nos están arrastrando al abismo. Pero si la mayoría de la gente, pensaba y deseaba, hubieran sido testigos, como lo fui yo, de aquella forma de hacer política y de los intereses que primaban en sus propuestas, les resultaría difícil permanecer insensibles ante tal cantidad de esfuerzo puesto sobre la mesa por unas personas que no se resignan al fatalismo. Al mismo tiempo que, seguro, se hubieran desprendido de los viejos clichés con que suelen definir a este tipo de partidos.

Sí, EQUO es un partido con una mirada ecologista. Es decir, tienen la insensatez de preocuparse por la casa en que habitamos. La única que tenemos, en la que tendrán que vivir nuestros hijos y nietos. Pero cualquiera que hubiera estado presente en aquella reunión, pronto comprobaría que allí se trataban todos los asuntos que afectan al bienestar de la sociedad en su conjunto: economía, trabajo, salud, educación, cultura… por supuesto, bajo el principio de la sostenibilidad, y de los problemas comunes de los ciudadanos. Y todo ello, no fue expuesto de una forma improvisada por algunas mentes ilusorias, como algunos creen, o prefieren creer, sino de una forma rigurosa y concienzuda, por gente que no desmerece en nada a los tan encumbrados “profesionales” de otras formaciones. Allí había especialistas de todas las áreas: médicos, arquitectos, ingenieros, economistas, profesores, artistas… y todo tipo de técnicos, además de representantes de casi todas la profesiones y trabajos; y por supuesto, parados. Pero todos, o prácticamente todos, participaban de una mirada común. Una miraba que iba más allá de intentar apuntalar este ruinoso modelo económico y social que, algunos, de forma muy interesada, siguen empeñados en demostrar que es el único edificio posible; claro está, mientras sean ellos los que ocupen las mejores estancias. Lugares privilegiados que intentarán conservar a toda costa, a pesar de las claras evidencias de un previsible derrumbe, que acabaría sepultándonos a todos; especialmente, a los de siempre, a los de abajo.

Y fue en ese escenario, donde se respiraba un verdadero deseo de cambiar el orden de prioridades, de poner el mundo material al servicio de lo humano, y no al revés, como ahora, donde vinieron a mi mente algunas preguntas: ¿Por qué vamos a estar condenados a un modelo social que nos está ahogando? ¿Por qué vamos a seguir eligiendo entre las dos caras de la misma moneda? ¿Por qué colocar, como nuestros representantes, a quienes están atados de manos y pies por el propio sistema, a los que no se cansan de demostrarnos, en demasiadas ocasiones, que sirven a otros intereses que no tienen nada que ver con el interés general? ¿Por qué seguir haciendo girar, como hamster, esta rueda en las que nos han colocado y que no nos lleva a ninguna parte? ¿Por qué resignarnos? ¿Por qué no decir no? ¿Por qué no intentar abrir otra puerta?… ¿Por qué no?

Y me acordé de una ensoñación que tuvo el escritor José Saramago, en la que veía a su pueblo votando, al unísono, todos en blanco, como un claro rechazo al sistema político y sus representantes. Sólo que, en mi caso, la ensoñación no sólo consiste en rechazar, sino en construir eligiendo otra alternativa que no esté contaminada. Y esa fue la sensación con la que salí de aquella Asamblea. La sensación de que aún hay gente verdaderamente dispuesta a dar un buen limpiado de cara a este rostro tan embarrado. Y esto lo dice alguien que, hasta el presente momento en el que escribe, no ha militado en ningún partido político, para no ver amenazado su libre pensamiento ni capacidad de crítica. Pero, a pesar de esta no militancia en ningún partido, siempre tuve claro que uno debe tomar partido; y, en los momentos que corren, con más motivo. Es más, diría que el mínimo sentido de responsabilidad nos obliga a ello.

Yo tampoco creo ser el tipo de persona que cae en lo ilusorio, y soy consciente de que todo apunta a que seguiremos repitiendo la misma historia. Que ellos se encargaran de hacernos sentir que, sin “ellos”, no hay nada; de amortiguar las voces de los se atreven discrepar; de seguir manejando nuestros miedos para que ellos no tengan nada que temer. Si, soy consciente que la realidad me grita al oído que, en las próximas elecciones andaluzas, todo seguirá igual, repartiéndose nuestras esperanzas entre los de siempre, para seguir con las mismas decepciones y lamentos. Pero hay otra voz dentro de mí que también grita, cansada ya de resignarse a este interminable día de la marmota. Esa voz que no deja de preguntarse ¿por qué no? ¿Por qué no podemos dar, de una vez, un golpe en la mesa, o mejor, en las urnas, y decir basta ya? ¿Qué nos impide hacerlo?

Esta es mi reflexión, y el mensaje que lanzo en esta botella virtual al mar de la desesperanza al que nos han arrojado. Para quien lo encuentre, que no crea que el propósito sea decirle que debe de hacer o a quien debe votar. La única intención de este mensaje es intentar extender la pregunta que lleva escrita, para, quien quiera, que se la haga a sí mismo: ¿por qué no?

Yo sólo puedo decir que ya tengo mi respuesta, y que prefiero hundirme intentando nadar, que permitir que me sigan lastrando los pies con su pesado cemento. No, no soy ilusori@, pero antes de agachar la cabeza ante el material pragmatismo, prefiero mirar de frente a la utopía. Si no la alcanzo, al menos, me servirá para caminar.

¿Que quién soy yo? Eso no tiene importancia. Puedo ser el reflejo de cualquiera que se mire en el espejo y esté cansad@ de tanta mentira repetida, de que nos secuestren el presente y nos roben el futuro de nuestros hijos, de que nos sigan llevando al precipicio tras una zanahoria que sólo degustan ellos. Cualquiera que, ante tanto desaliento, se atreva a preguntarse…… ¿POR QUÉ NO?

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