Como todos los años por estas fechas los medios se llenan de artículos y reportajes sobre la mujer y su situación en el mundo. Con más o menos sentido crítico se hacen balances, se dan cifras, se describen y se denuncian desigualdades. Existe una marea informativa que pone excepcionalmente los derechos de las mujeres en todas las portadas.
A punto de comenzar la campaña electoral en Andalucía, nos parece más que relevante aprovechar este hueco que los medios nos dejan a las mujeres para poner sobre la mesa el problema, sí porque lo queramos ver o no, la menor participación política de las mujeres es un problema de democracia y de igualdad.
Siendo la mitad de la población, en un contexto donde la educación (y no hablo solo de la escuela) y los valores sociales (no solo los recogidos en la ley) fueran igualitarios, por pura estadística los partidos políticos, los ministerios, el congreso, los sindicatos y los movimientos sociales deberían mucho más estar equilibrados en cuanto a número de hombres y mujeres. Y no lo están, no sólo en el número de personas que componen su plantilla, sino también y más escandalosamente en los puestos de responsabilidad y poder. Se ha hablado mucho de la ausencia de mujeres en el Gobierno de Grecia, pero ¿Y aquí? ¿Podemos afirmar que seamos un ejemplo de igualdad en cuanto a la participación política de las mujeres? No lo creo.
Se ha escrito mucho sobre las razones de la menor presencia de las mujeres en política, desde el estereotipo del “menor interés de las mujeres por las cuestiones públicas” o el eterno lastre de las mujeres para conquistar el espacio público: “la conciliación”. No es una cuestión baladí y por ello, debemos recordar porqué es importante fomentar y asegurar una participación de la mujer en la política institucional.
Mientras el porcentaje de participación de la mujer no se aproxime a su peso porcentual en el total de la población (¡51%!) habrá que seguir hablando de barreras y desigualdad. Si realmente queremos una nueva cultura política, hay que poner los medios necesarios para eliminar los obstáculos existentes y facilitar esa participación.
Con la novedosa excepción de los espacios de confluencia ciudadana que están surgiendo en muchos municipios, a día de hoy, la principal vía de acceso a la política son los partidos políticos. Por este motivo, son los propios partidos los que tienen la responsabilidad y el deber de trabajar para facilitar la presencia de las mujeres en sus filas, no sólo en número, sino también en visibilidad, responsabilidad y liderazgo. La paridad en los órganos de gestión y dirección sigue siendo una excepción en nuestro sistema político, y sólo EQUO funciona con una doble portavocía paritaria.
El próximo día 22 Andalucía votará su parlamento y con él, la presidencia de la Junta. Las cifras y los nombres hablan por sí solos: De los principales partidos, con representación parlamentaria o posibilidades de obtenerla sólo hay dos mujeres candidatas: Susana Díaz (PSOE) y Teresa Rodríguez (Podemos). Y de estos mismos grupos, sólo IU y Podemos presentan el mismo número de cabeza de lista mujeres que hombres.
En una sociedad donde las mujeres parten de una desigualdad tan clara en tantos ámbitos de la vida, lo raro sería que precisamente fueran iguales en el acceso al poder desde el que poder revertir esta situación. Si hablamos de derechos e igualdad de las mujeres, hemos de hacerlo también desde el derecho a participar y contribuir desde la política institucional. Un derecho, que si bien reconocido y amparado por la legalidad, está aún lejos de estar al alcance de cualquier mujer que se lo proponga.
En plena campaña electoral, reivindicamos mayor participación política de las mujeres. Porque la menor presencia en número y cargos de responsabilidad, no es fruto del azar o de la menor preparación, sino otra de las manifestaciones de la desigualdad que las mujeres sufrimos, por el mero hecho de ser mujer.
Rosa Martínez, coportavoz federal de Equo
Carmen Molina, coportavoz de Equo Andalucía y candidata en las listas de Podemos por Málaga