
El destino tiene sorpresas que ni te imaginas. Estás preparando una presentación del libro “La desamortización forestal en la provincia de Soria. La génesis de los montes de socios”, del Ingeniero de Montes Amador Marín Gutiérrez, que se presentará en el II Encuentro Nacional de Montes de Socios, que tendrá lugar en Soria, y en el programa de Radio 3 “El Bosque Habitado”. Y antes de ir “Camino a Soria” estás sumergiéndote en años de Historia en un precioso pueblecito pequeño en la ladera sur de Sierra Nevada, en la provincia de Almería: Beires. Esto debe de ser lo que llaman serendipia.
Los montes de socios o también llamados: Monte de la Sociedad de Vecinos, Montes del Común, Sociedad del Monte, Sociedad de Baldías, son usuales en todas las zonas de España, especialmente en las del interior. Estas denominaciones esconden una realidad de pro indiviso. Los terrenos corresponden a varias personas físicas y/o jurídicas y no son propietarias de una porción individual del terreno, sino que son propietarias de un porcentaje de dicho terreno. Entre 1.855-1.924 el Estado puso en venta los bienes que consideraba como “manos muertas” (los que poseían clero, ayuntamientos, universidades, etc.) y los sometió a subasta pública. Es lo que conocemos como épocas de desamortización. Durante muchos años vivieron en armonía quienes cultivaban los montes y extraían sus productos como: madera, esparto, aromáticas, piedras, caza, ganadería, etc. y poco a poco fueron esculpiendo el paisaje hasta reconocerla como nuestra tierra. No era una buena inversión para los que venían de fuera, pero eran vitales para la subsistencia de los que los moraban, porque obtenían todas las materias primas que necesitaban para la supervivencia, por ello, por miedo a que les pudieran quitar el monte que los proveía, reunieron el dinero que hacía falta para comprarlos y acceder a la subasta. Se organizaron e hipotecaron sus modestas economías familiares para adquirir estos montes. El modelo de vida ha cambiado y también la gestión de los montes, y está muy alejado de lo que sería lo ideal, en algunos casos están en total abandono con el consiguiente riesgo de plagas, incendios, etc. Y Soria se ha convertido, no sólo en fuente del río Duero, sino en un hilo del que hemos descubierto una historia apasionante en nuestra provincia. El autor del libro, Amador Marín Gutiérrez, en un pie de página hace referencia a un “Montes de Socios de Almería”, concretamente en Beires. Ángel Lozano Rubio ha sido el rescatador, de documentos, de una historia de tres generaciones, que data del año 1.873 (Monte 17) y del año 1.888 (Monte 21). En este municipio almeriense la comunidad se organizó y compró ambos montes, llamados así por el número de personas en las Juntas Rectoras. Entre los dos abarcaban unas 1.845 hectáreas de monte, que como cuenta el Presidente del Monte 21, Joaquín Lucas: “No se podía comprar; todo se tenía que hacer. Todo lo que consumía el pueblo lo sacaba del monte”. Joaquín tiene 82 años y es la memoria viviente de la historia de un pueblo y de una tierra, como la nuestra, que ha tenido que cooperar para sobrevivir. Joaquín te habla de verbos ya perdidos en nuestras vidas cotidianas como: aparcear, lapachar, afear, etc. y que eran labores cotidianas de este monte almeriense, del que sacaban el sustento todo el pueblo, sin excepciones. En las actas se puede leer cómo rinden cuentas todos los años; y en la fundacional, ahora ya transcrita, el cómo van a organizarse para gestionar el monte. En el devenir de los años el Monte 21 ha guardado la historia de sus habitantes, que hicieron cuentas imposibles e incluso se hipotecaron para comprar su sustento y, con ello, su dignidad. Estos 128 años han sido de lucha incansable, por sobrevivir y salvaguardar el legado de sus ancestros: concretamente custodian 1.600 hectáreas que han sido y son muy codiciadas por diferentes ámbitos, incluidas las administraciones públicas, que han ido, injustamente, dando dentelladas a parte del terreno. Este monte es un ejemplo, que ha perdurado en el tiempo, de custodia del territorio. Un testimonio vivo que hay que recuperar y con el que hay que hacer justicia. Escribía Machado: “La tierra no revive, el campo sueña”.
“Las raíces de estos árboles guardan la memoria de los que nos enseñaron a amar estas tierras. Sus ramas nos llevan a abrazar el futuro de nuestros pueblos con esperanza”